Descripción
Las dificultades de la existencia no son enfermedades, pero la cultura de la patologización y la medicalización en la que nos encontramos así las conceptualizan. Sin embargo, la mayoría de las personas que buscan terapia psicológica no están enfermas, sino desorientadas y saturadas por un dolor que se ha vuelto insoportable. La Psicoterapia Existencial se hace cargo de ello, y entiende que es necesario un acompañamiento psicológico que comprenda que la vida humana está llena de preocupaciones que, en ocasiones, nos desbordan.
Un acercamiento adecuado al dolor humano, unido a una reivindicación de la tradición filosófica del cuidado de sí, puede ser la solución a esta crisis de la salud mental en la que estamos inmersos.
Lucía Carolina Fernández Jiménez (Almendralejo, 1974) se licenció en Filosofía por la Universidad de Salamanca y en Psicología por la UNED. Es Doctora en Filosofía con una tesis que aúna los dos ámbitos que le apasionan: la antropología filosófica y las psicologías de corte humanista.
En la actualidad es profesora de filosofía en un instituto de educación secundaria en Elche (Alicante), labor que compagina con su tarea como psicoterapeuta existencial.
Desde 2023 forma parte de la Sociedad de filosofía en abierto, en la que dirige la sección de Filosofía terapéutica.
Índice
Prólogo de Marino Pérez Álvarez
Introducción
I Genealogía de la Psicoterapia Existencial: la tradición del Cuidado de Sí
- La filosofía antigua como terapia
- Las filosofías de la existencia
- La psicoterapia existencial
II La Psicoterapia Existencial: sus representantes, objetivos y método de trabajo
- ¿Qué es y por qué es existencial?
- ¿De quiénes hablamos?
- Sobre el objetivo de la psicoterapia existencial
- La relación terapéutica y el concepto de salud
- El problema del método
III Las cuatro preocupaciones existenciales
- La muerte
- Libertad y responsabilidad
- El aislamiento existencial
- El sentido de la vida
Epílogo: palabras para la esperanza
Apéndice: una conversación a cinco voces
Prologo
La crisis de salud mental como crisis existencial, no hay escape de la filosofía
Nuestra época se caracteriza por una crisis de salud mental galopante, que atraviesa todas las edades de la vida, siendo la infancia, la adolescencia y la juventud de las más afectadas. El 50% de los estudiantes universitarios tienen ansiedad y depresión, el 2l% ideas suicidas, el 50-52% ha consultado alguna vez un profesional sanitario por problemas de salud mental y más del 50% refiere que tiene necesidad de apoyo psicológico, de acuerdo con un estudio del Ministerio de Universidades de 2023.
El siglo XXI ha sido declarado “el siglo de la soledad” en el libro homónimo de la economista británica Noreena Hertz (2021). La soledad es otro padecimiento que recorre todas las edades. No es cosa únicamente de personas mayores que se quedan solas. Cuando se mira más despacio se ve que la soledad está en la base de la creciente ansiedad y depresión que asola a los usuarios más empedernidos de las redes sociales, como muestro en el libro El individuo flotante: la muchedumbre solitaria en los tiempos de las redes sociales. Solos juntos. Por cierto, el individuo flotante, caracterizado por la falta de anclaje en algo sólido y duradero que dé sentido a la vida, es decir, dirección y significado, es la figura de nuestro tiempo.
Estos crecientes malestares que recorren todas las edades no dejan de ser paradójicos si se considera que ocurren en la sociedad más avanzada (la nuestra) que, de otra manera, ofrece las mejores condiciones de vida (comodidades, confortabilidad, derechos, libertades, servicios, soluciones tecnológicas para esto y lo otro, etc.). Sociedad del bienestar, se supone. El célebre título de Freud, “El malestar en la cultura”, se plasma hoy en el malestar en la sociedad del bienestar. En particular, resulta llamativa la prevalencia de ansiedad y depresión en estudiantes universitarios si se considera que es probablemente la mejor edad y dedicación de la vida.
Todo hace indicar que la crisis de salud mental es más que nada una crisis existencial que pone de relieve el vacío en la abundancia, la soledad en la muchedumbre, la desconexión en la continua conexión y en fin la insoportable levedad del ser tras la ligereza y superficialidad como nos relacionamos con el mundo, con los demás y con nosotros mismos, siempre a expensas de modas, tendencias e influencers de turno. La ansiedad y la depresión, que están a la cabeza de la crisis de salud mental, son antes y más quediagnósticos clínicos, categorías existenciales: las auténticas experiencias de ser-en-el-mundo, como ser-ahí, desolado, después de todo.
Dentro de que el idioma clínico se ha apoderado del sufrimiento humano, la crisis existencial rezuma por todos los lados (ansiedad, depresión, flotación, sentido de la vida, soledad, vacío). Hasta los nuevos diagnósticos que vienen, esperando que no lleguen a tales, tienen la marca existencial, por más que traigan un marchamo clínico, como la ecoansiedad y el “miedo a mejores opciones” (FOBO por sus siglas en inglés de Fear of Better Option).
La ecoansiedad se define en un documento de 2017 de la American Psychological Association sobre salud mental y cambio climático como “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto que ya parece irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las generaciones venideras”. De acuerdo con un estudio publicado en 2021 en la prestigiosa revista médica The Lancet la ecoansiedad afectaría al 45% de los jóvenes de 16 a 35 años, y el 56% asegura que “la humanidad está condenada”, abocada a un futuro aterrador. Dejando de lado el esnobismo y la pose moral que parece tener, la ecoansiedad si dice algo es acerca del “clima existencial” de nuestra época. Si llegara a ser catalogado como un trastorno mental supondría, irónicamente, la incapacidad por enfermedad de los preocupados por el cambio climático para hacer algo por el planeta, conforme el diagnóstico de ecoansiedad se prestaría a darse de baja, y así cultivar la propia sensibilidad.
Por su parte, FOBO se refiere al miedo a no tomar las decisiones adecuadas ante la cantidad de opciones disponibles. Tiene que ver con la “paradoja de la elección” descrita en 2004 en un libro homónimo del psicólogo estadounidense Barry Schwartz, referida a la ansiedad que produce tomar decisiones en las compras. A más opciones, más ansiedad, e insatisfacción con la opción elegida preguntándote cómo te iría con otras opciones (compras, estudios, profesión, pareja, etc.). FOBO recuerda a FOMO (Fear of Missing Out), miedo a perderse algo en este caso por no estar conectado a las redes sociales. Sin dejar de ser miedos reales que acaso terminen en diagnósticos clínicos, la cuestión es que ponen de relieve un asunto existencial: el miedo a la libertad y la consiguiente incapacidad para tomar decisiones y asumir las consecuencias. Por no hablar de la inmadurez y el infantilismo que supone quererlo todo sin responsabilidad de nada.
A pesar de su marchamo clínico, el FOBO y la ecoansiedad no dejan de ser otros signos más de la crisis existencial, cuando la vida duele, que ya supone la crisis de salud mental. A la par de la crisis de salud mental, existe también una crisis intelectual y asistencial de parte de la psicología y la psiquiatría conforme están atrapadas en el modelo biomédico con sus protocolos y cientifismo más que ciencia. El caso es que el modelo biomédico imperante no es acorde con la naturaleza de los problemas de los consultantes: problemas de la vida y existenciales.
En este contexto se ha de entender la oportunidad y el gran interés de un libro sobre psicoterapia existencial filosóficamente informado, como el presente. “Cuando la vida duele” la psicoterapia existencial se ofrece como la ayuda más acorde con la naturaleza de los malestares y preocupaciones de nuestro tiempo, sin reducirlos a categorías diagnósticas y protocolos clínicos. Aun cuando los malestares se expresen y tramiten en el idioma clínico, no dejan de ser existenciales. Más allá de los síntomas, de los síndromes y de las siglas están los problemas de la vida: ansiedades, desesperanzas, incertidumbres, indecisiones, inseguridades, miedos, tristezas, soledad.
La psicoterapia existencial forma parte de la tradición psiquiátrica y psicológica y así los profesionales deberían estar familiarizados con esta tradición, no como algo histórico, sino por el interés que tiene en nuestro tiempo. Este libro ofrece una actualización de la psicoterapia existencial desde la fundamentación filosófica a las cuatro preocupaciones existenciales básicas.
Fundamentos filosóficos son imprescindibles no solo para esta terapia, sino para andar por la vida si no se quiere andar desnortado, flotante, a expensas de lo que nos quieran vender. No está de más situar en el contexto de la actual crisis de salud mental, en realidad, crisis existencial, el creciente interés por la filosofía antigua, que no anticuada, en particular la filosofía helenística (y no sólo estoicos y epicúreos) y la tradición del “cuidado de sí”, a partir, sobre todo, del confinamiento por la pandemia del covid-19. El confinamiento vino a ser un experimento existencial no programado que nos ha confrontado con ciertas verdades (cuerpo mortal, contingencia, vulnerabilidad, soledad, relaciones con los otros, la vida cotidiana, el sentido de la vida). No hay escape de la filosofía, dijo el psiquiatra y filósofo existencial Karl Jaspers. La cuestión está en si es buena o mala, clara o confusa, y este libro destila buena, clara y esclarecedora filosofía para la vida, cuando la vida duele.
Las cuatro preocupaciones existenciales básicas no son otras que la ansiedad ante la muerte (la madre de todas las ansiedades aun cuando la muerte no esté presente), el miedo a la libertad (por la responsabilidad que implican las decisiones), la soledad existencial (sentirse desconectado tanto más conectado se esté) y el sentido de la vida (vacío por excesivo mirarse el ombligo, intrascendente por no trascender de sí mismo). Todos los problemas psicológicos, si se mira más allá de los síntomas y se escucha a la persona, derivan de alguna o varias de estas condiciones, no de averías de la mente o el cerebro. Detrás de los síntomas y de los diagnósticos están los problemas de la vida y las preocupaciones existenciales que llevan a la gente a buscar ayuda psicológica y psiquiátrica (conforme el sufrimiento se tramita clínicamente).
La psicoterapia existencial es una corriente dentro de la psiquiatría y de la psicología que se define y es cabal por sí misma, pero tiene también la virtud de servir de trasfondo y recurso para terapias de otras orientaciones. Todas las terapias psicológicas y desde luego sus usuarios agradecerían siquiera un “toque” existencial. La psicoterapia existencial empezando por sus fundamentos filosóficos ofrece, en mi opinión, la mejor base para la integración de la psicoterapia más allá de las ortodoxias de las diferentes escuelas.
No en vano la Dra. Lucía Carolina Fernández Jiménez ha realizado una brillante Tesis Doctoral en la frontera entre la psicología y la filosofía sobre los Fundamentos filosóficos de la psicoterapia existencial y la ha puesto a prueba en su asesoría filosófica. Este libro ofrece los fundamentos y aplicaciones de la psicoterapia existencial que pueden servir para una actualización de estudiantes, graduados y profesionales sanitarios en el enfoque más acorde con los problemas que definen la actual crisis de salud mental, en realidad, una crisis existencial.
Marino Pérez Álvarez
Academia de Psicología de España