Más allá de imperios y de naciones. Volumen 4. El fin de la arrogancia feudal-nacional europea

Llegamos al final de nuestro recorrido. Los imperios-nación europeos se autoderrotaron en la Segunda Guerra Mundial y el orden internacional hubo de reorganizarse de nuevo. Los efectos inmediatos de la Guerra fueron los procesos de descolonización y la Declaración de los Derechos Humanos. ¿Y Europa? Su papel quedó reducido a Ocio y Museos, según la cáustica afirmación del ex presidente chino Jiang Zemin: «Estados Unidos será la reserva científica y tecnológica; China, la gran fábrica de la humanidad; y Europa, el gran parque de ocio y museos del planeta». La arrogancia de considerarse la voz unívoca de la Civilización, el orgullo europeo feudal y nacional, alimentado a lo largo de diez siglos: ¿de dónde procedía? Al investigar la potencia cultural —jurídica, artística, religiosa— de Europa, nos topamos con otro de sus enemigos internos, que esta vez no era militar, sino conceptual: no había sido la Filosofía el hilo conductor del pensamiento europeo, sino el gnosticismo, una pseudofilosofía que considera al ser humano aherrojado en un Mundo Extraño, en el que se encuentra desorientado y a punto de sucumbir si no es por la llegada de un Salvador, que, dotado de alguna Semilla divina, conducirá a la humanidad extrañada, alienada y escindida, a la Verdadera Realidad. Una pseudofilosofía que el éxito del Cierre Antropológico de la Tierra esparció por todo el mundo. La Filosofía, junto con la Democracia y el Libro, son las Ideas que seguirán enfrentándose a los aplastamientos, aplanamientos y laminaciones del poderoso pensamiento gnóstico.